Despierto.

Ya no soy el niño que antes soñaba. Mis sueños han quedado atrás en el olvido, al lado del pasado. Ahora estoy despierto. Veo y acepto la realidad tal cual es, al menos cuanto puedo captar de ella. Ya no puedo tapar el sol con un dedo, ni fingir que estoy enfrascado en una burbuja. He cambiado. Ya no soy la misma persona que antes. Los pasos que he dado en el camino de la vida, han robustecido mis piernas. Las caídas que he vivido, han fortificado mi voluntad de volverme a parar y arriesgarme a ser derrumbado por un nuevo obstáculo. Ya no veo la vida como un arco iris que da más de lo que recibe. Los sueños que me han criado han cedido el paso a la madurez y a la sabiduría. No siempre tendré un apoyo a mi lado o un consejo que me guíe por el laberinto de la vida. Pero tengo la convicción de llegar a mis metas pase lo que pase, a manera maquiavélica. La inocencia se la ha llevado el viento y se la ha consumido el fuego de mis pasiones. Ya no hay retorno. No existe el paso del retroceso. Los barcos a mis espaldas ya han sido quemados. No vivo más de cuentos. Me han dado la bienvenida las historias que me cuentan y que vivo. Me he encontrado en citas con la realidad. No es perfecta, pero es real y sabe apreciar mi paquete completo. No discrimina ni el moño que trae, ni el color que refleja, ni menos su procedencia. Me acepta tal como soy y así soy feliz. No vuelvo a ser el cazador de mis fantasías, sino más bien el sembrador de mi verdad. Te perdono, sueño, por haberme dopado. Estoy despierto y con los ojos abiertos hasta que los cierre para siempre.

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