SER EXCESIVAMENTE RACIONAL PUEDE SER UN PERJUICIO.

Todo en exceso es malo, al igual que todo lo que es escasez. La moderación, como decía Confucio, es algo prácticamente imposible de alcanzar en términos absolutos. Nadie permanece constantemente en un equilibrio pleno.
Así podemos afirmar que inclusive ser racional, llegando al extremo, puede ser algo perjudicial, ya que en este punto, se llega a racionalizar absolutamente todo. Kant comentaba en su época, que "el Dios que todos adoraban" (o al menos, la mayoría), era la representación de uno mismo, y que cuando uno adoraba a Dios, se estaba adorando a sí mismo. Mi concepción de esta afirmación del afamado filósofo, es que era demasiado racional, a tal punto que llegaba a ser desequilibrado, y un racionalismo excesivo no puede ser saludable, sino más bien nocivo.
De la misma manera en que el racionalismo en demasía es malo, también ser temerario lo es. ¿Y qué es el temerario? El temerario es aquel individuo que consta de un exceso de coraje. Lo contrario sería el cobarde, que carece de la cualidad llamada valentía. Entonces, el coraje sería el término medio, adecuado e ideal al que se debería llegar. Por tanto, la temeridad no puede ser algo positivo de ninguna manera. Los temerarios no le temen a nada, inclusive ni a las cosas que deberían temerles. Tampoco le temen a Dios, que en el caso similar que los excesivamente racionalistas, apartan de sus vidas el concepto religioso, convirtiéndose en ateos y amos absolutos de sus propias vidas.
Pero tantas veces nos damos cuenta, viviendo tantas experiencias, que Dios sí existe, aunque sea para sólo aquellos que creen en Él. Los que no creían en Dios, o que tampoco le tenían temor, cambian el curso de sus vidas cuando algo fatal les ocurre, como ser un accidente, y bajo circunstancias en las que uno pende de un hilo entre la vida y la muerte, retomamos nuestros conceptos, rediseñamos nuestros paradigmas y nuestras creencias, y empezamos a rezar para que el Omnipotente nos acompañe en estos momentos de penuria, y si salimos con vida de aquellas tragedias, nos reconciliamos con Dios y permitimos que ingrese nuevamente en nuestro diario vivir.

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